En el mercado podemos encontrar distintos tipos de esponja para nuestra higiene diaria: esponjas sintéticas, marinas, de algodón o esponjas vegetales de luffa.
Las esponjas vegetales de luffa son las grandes desconocidas, al menos en España. En países latinoaméricanos lo usan a diario desde hace décadas, y en nuestro país, si preguntamos a nuestros abuelos, seguro que nos cuentan que ellos las utilizaban de pequeños.
Qué son las esponjas vegetales
Las esponjas vegetales de luffa provienen de una planta del mismo nombre. Esta planta exótica, cuyo origen es asiático, nace de manera silvestre en Latinoamérica, concretamente en la zona del Amazonas. Es una enredadera que puede llegar a alcanzar una altura de más de 15 metros.
Su fruto es muy parecido a un calabacín, pero más grande y más alargado. En el momento de cosecharlo, cambia el color verde con el que nace, para adquirir un tono más amarillento, casi marrón.
Al pelar el fruto, vemos como el interior de la vaina está formado por una densa red de fibras vegetales que forman un cilindro hueco, que es lo que se convierte en la esponja vegetal.
Como una imagen vale más que mil palabras, aquí podemos ver como es la esponja vegetal recién cosechada y cómo se pela para extraer la fibra vegetal.
¿Qué diferencia a las esponjas vegetales de las sintéticas?
La diferencia fundamental entre las esponjas vegetales de luffa y las sintéticas, es que las primeras son un fruto de la naturaleza. Las esponjas naturales son biodegradables y ecológicas, ya que tras su utilización pueden volver a la naturaleza donde se descompondrán formando sustrato que servirá para dar vida a nuevas plantas.
En cambio, las esponjas sintéticas suelen estar fabricadas a base de derivados del petróleo como la espuma de polímeros de plástico. Para su fabricación se requieren complejos procesos industriales contaminantes. Además, su composición a base de elementos artificiales, pueden ser demasiado agresivos con nuestra piel, además de ser altamente no reciclables.
Utilizar una esponja nos tiene que dar un valor añadido al simple hecho de aplicar jabón sobre nuestra piel cuando nos bañamos o duchamos. Si no no serían necesarias, podríamos dejar de utilizarlas y sustituirlas por nuestras manos.
Pero nada más lejos de la realidad, las esponjas tienen como función ayudarnos a limpiar los poros, eliminar las células muertas y la suciedad que se va adhiriendo a nuestra piel con el paso de las horas que transcurren entre nuestras duchas.
En el caso de las esponjas vegetales de luffa realizan esa función a la perfección, gracias a su textura que masajea la piel además de exfoliarla ligeramente. Además, si se aplican con un masaje, estimulan la circulación, ayudando a evitar que retengamos líquidos o que aparezca la temida celulitis.
Las esponjas vegetales son aptas para todo tipo de pieles: grasas, secas o incluso la piel sensible, ya que respetan su barrera hidrolipídica. También pueden ser utilizadas por personas que sufren dermatitis o enfermedades dermatológicas, ya que son naturales y no agresivas.
Tampoco tienen edad, pueden ser utilizadas por los más pequeños de la casa, hasta por los más mayores, ya que respetan la piel al máximo, ya sea madura o joven.
¿Las esponjas vegetales son peligrosas para nuestra piel?
Para evitar que nuestra esponja vegetal deje de ser beneficiosa para nuestra piel, es importante mantenerla en unas condiciones adecuadas.
Después de utilizarla, hay que enjuagarla y aclararla bien con agua para quitar todos los restos de jabón que pudieran quedar después del baño.
Dejemos que se seque bien después de cada uso. Tenemos que colocarla de manera que le entre la mayor cantidad de aire posible para que pueda secarse correctamente.
Cámbiala cada mes o cada dos meses. Dependiendo de su uso, en uno o dos meses será buen momento para tirar tu antigua esponja vegetal y comprar una nueva. Con el tiempo se va deteriorando, se va quedando cada vez más suave, y vemos cómo va cambiando de color. Al final deja de hacer su función principal: exfoliar ligeramente nuestra piel mientras nos bañamos o duchamos.
Sécala totalmente en el microondas. Según Jessica Krant, dermatóloga y fundadora de la clínica Art of Dermatology LLC, recomienda que de vez en cuando (una vez cada dos semanas) cojamos nuestra esponja vegetal de luffa recién aclarada y aún mojada, y meterla en el microondas a baja potencia durante veinte segundos.
Cumpliendo estas premisas en su mantenimiento conseguiremos aprovechar todas las propiedades beneficiosas para nuestra piel de las esponjas vegetales naturales de luffa, y olvidarnos de peligros inexistentes para nuestra salud.
La esponja vegetal, mejor si es española
No hace falta que las esponjas vegetales vengan de muy lejos. En España ya hay empresas que se dedican a su cultivo.
En sus campos las plantas de luffa se cultivan de manera sostenible, cuidando todo el proceso desde que la planta no es más que una semilla hasta que se recolectan los frutos, que ya son las esponjas vegetales que podemos encontrar en las tiendas.
En países asiáticos como China las cultivan de manera masiva, no ecológica, lo que se nota en la calidad de las esponjas. Su fibra es mucho más dura, que la de las esponjas que se cultivan en nuestro país.
Cada vez son más personas, que concienciadas con la salud de su piel y de su entorno, optan por una alternativa sostenible para su higiene diaria: una esponja vegetal de luffa.